Muchos fueron entonces los que se pusieron a sus órdenes, luchando bajo la protección de una diosa con alas de búho a la que llamaban Atana.

En De diosas y hombres (I): la señora del laberinto hablé de la «pótnia» micénica («potinija» minoica), que era la forma en que se conocía a una especie de diosa primigenia adorada en Creta y todo su mundo, y dije que en algunas de las tablillas eteocretenses que nos han llegado hasta hoy aparece el término "dapyrito potinija", que sería algo así como "señora del labrys o laberinto". Pues bien, sobre esto me salté una parte (de forma totalmente deliberada además, admito mi culpa), pues laberinto no es la única palabra asociada a «potinija». La otra es Atana.
Este nombre ha sido traducido como At(e)na, es decir, Atenea, sin embargo técnicamente la frase "atana potinija" no significa "señora Atana", sino más bien algo así como "la señora de Atana", lo que ha hecho que algunos vean en ello una referencia a la diosa de una ciudad a la que los minoicos llamaban Atana, esto sería, Atenas. Por desgracia, a día de hoy no hemos sido capaces de descifrar el minoico, de modo que sobre esto no hay nada seguro... Aún.
Por otro lado, es muy curioso conocer el relato histórico de Sanjuniázon (también llamado Sanjuniatón o Sanchoniaton), un antiguo escritor fenicio nacido en la Edad del Bronce cuya existencia algunos historiadores modernos ponen en duda, pero cuyos escritos fueron traducidos por autores como Filón de Biblos o Eusebio de Cesárea. Según el relato de este autor fenicio, Atenea sería la hija del rey Ilus de Gubla (actual Biblos, en Líbano), quien le habría dejado en herencia el reino del Ática, donde se encuentra la ciudad de Atenas. Además, este rey Ilus era también conocido como Cronos por los griegos y de él, el autor afirma que deificó a su padre Autojzon (llamado Urano por los griegos) y le rindió culto, lo cual podría darnos una idea de la posible base en personas de carne y hueso de algunas de las figuras divinas de la teología mítica.
Además, Atenea era adorada en otras ciudades de Grecia, donde era conocida con diversos nombres que tal vez nos sugieran algo: en Zêbai (Tebas) se la llamaba Zêbe; en Mykênai (Micenas) se le conocía como Mykêne; en Sparta (Esparta) era Spartê; en Azênai (Atenas), era Azênaíe... Como podemos ver, esta diosa parece corresponderse con una divinidad muy anterior a la famosa Atenea a la que estamos acostumbrados. Era una divinidad lo bastante importante para que en torno a su culto se pusiese nombre a las ciudades o, visto a la inversa, lo bastante importante para ser nombrada con la forma singular del nombre de la ciudad, como si en ella se quisiera concentrar el poder y la protección de los respectivos reinos... ¡Pero no solo en Grecia!
El filósofo Platón recoge en su diálogo Timeo un párrafo donde se narra cómo durante su paso por Egipto, Solón, uno de los siete sabios de Grecia, conversa con un grupo de sacerdotes de la ciudad de Sais que le hablan del parentesco que desde "tiempos remotos" ha unido a su ciudad con Atenas, pues ambos confían en la "misma diosa", a la que los egipcios llaman Neit y los atenienses Atenea. Lo que, además, estaría en relación con la afirmación del prolífico obispo Eusebio de Cesárea al decir que «la mayor parte de las teogonías del mundo (antiguo) procedían de los fenicios y los egipcios».
Y así llegamos al final. Como podemos ver, todo apunta a que el culto a la diosa "de ojos de mochuelo" parece originarse entre los fenicios de la costa mediterránea asentados en Biblos y que, desde allí, pudo llegar a Creta bien por medio de migraciones (probables también en el caso egipcio) bien por medio de contactos comerciales, y que de allí se extendería a toda la zona de influencia minoica, inclusive el Ática y la naciente Atenas.
¿Pudo ser así? Tal vez...
Este nombre ha sido traducido como At(e)na, es decir, Atenea, sin embargo técnicamente la frase "atana potinija" no significa "señora Atana", sino más bien algo así como "la señora de Atana", lo que ha hecho que algunos vean en ello una referencia a la diosa de una ciudad a la que los minoicos llamaban Atana, esto sería, Atenas. Por desgracia, a día de hoy no hemos sido capaces de descifrar el minoico, de modo que sobre esto no hay nada seguro... Aún.
Por otro lado, es muy curioso conocer el relato histórico de Sanjuniázon (también llamado Sanjuniatón o Sanchoniaton), un antiguo escritor fenicio nacido en la Edad del Bronce cuya existencia algunos historiadores modernos ponen en duda, pero cuyos escritos fueron traducidos por autores como Filón de Biblos o Eusebio de Cesárea. Según el relato de este autor fenicio, Atenea sería la hija del rey Ilus de Gubla (actual Biblos, en Líbano), quien le habría dejado en herencia el reino del Ática, donde se encuentra la ciudad de Atenas. Además, este rey Ilus era también conocido como Cronos por los griegos y de él, el autor afirma que deificó a su padre Autojzon (llamado Urano por los griegos) y le rindió culto, lo cual podría darnos una idea de la posible base en personas de carne y hueso de algunas de las figuras divinas de la teología mítica.
Además, Atenea era adorada en otras ciudades de Grecia, donde era conocida con diversos nombres que tal vez nos sugieran algo: en Zêbai (Tebas) se la llamaba Zêbe; en Mykênai (Micenas) se le conocía como Mykêne; en Sparta (Esparta) era Spartê; en Azênai (Atenas), era Azênaíe... Como podemos ver, esta diosa parece corresponderse con una divinidad muy anterior a la famosa Atenea a la que estamos acostumbrados. Era una divinidad lo bastante importante para que en torno a su culto se pusiese nombre a las ciudades o, visto a la inversa, lo bastante importante para ser nombrada con la forma singular del nombre de la ciudad, como si en ella se quisiera concentrar el poder y la protección de los respectivos reinos... ¡Pero no solo en Grecia!
El filósofo Platón recoge en su diálogo Timeo un párrafo donde se narra cómo durante su paso por Egipto, Solón, uno de los siete sabios de Grecia, conversa con un grupo de sacerdotes de la ciudad de Sais que le hablan del parentesco que desde "tiempos remotos" ha unido a su ciudad con Atenas, pues ambos confían en la "misma diosa", a la que los egipcios llaman Neit y los atenienses Atenea. Lo que, además, estaría en relación con la afirmación del prolífico obispo Eusebio de Cesárea al decir que «la mayor parte de las teogonías del mundo (antiguo) procedían de los fenicios y los egipcios».
Y así llegamos al final. Como podemos ver, todo apunta a que el culto a la diosa "de ojos de mochuelo" parece originarse entre los fenicios de la costa mediterránea asentados en Biblos y que, desde allí, pudo llegar a Creta bien por medio de migraciones (probables también en el caso egipcio) bien por medio de contactos comerciales, y que de allí se extendería a toda la zona de influencia minoica, inclusive el Ática y la naciente Atenas.
¿Pudo ser así? Tal vez...
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